Hay lugares que uno elige para pasar unos días… y hay otros que, sin saber muy bien cómo, se convierten en parte de tu historia. Para Sergio Montero y Ali Moya, esa conexión nació en 2009, cuando descubrieron La Riguera de Ucieda por primera vez. Desde entonces, han vuelto año tras año, acompañados de sus hijos, haciendo de esta escapada una costumbre tan arraigada como entrañable.
Sergio y Ali son de Madrid, pero basta ver cómo se mueven por el entorno de Ucieda para entender que aquí, entre montes y helechos, también han encontrado su hogar. Desde el primer día se dejaron seducir por el ritmo lento del valle, por los sonidos del bosque, por el cielo que aquí se siente más alto, más amplio. Pero lo más bonito es que han sabido transmitir esa conexión a sus hijos, que crecen volviendo una y otra vez a este rincón donde la infancia se vive al natural.
Cada visita tiene su propio sabor, pero hay algo que nunca cambia: las madrugadas de Sergio. Mientras aún duerme la casa y la niebla flota entre los árboles, él ya ha salido de ruta. No importa si es verano o si el otoño tiñe de cobre los caminos, lo que le mueve es una pasión auténtica por la montaña, por caminar, por sentir el bosque en silencio. Es su manera de respirar profundamente, de encontrarse con él mismo y con este lugar que le acompaña desde hace más de una década.
Ali, mientras tanto, disfruta de esos momentos de calma con los niños, preparando el día con esa calidez que se nota en cada gesto. Es fácil sentir que hay algo especial en cómo viven juntos estas escapadas: lejos del ruido, cerca de lo esencial. En La Riguera no son solo huéspedes, son parte del alma del lugar.
Porque hay estancias que se recuerdan, pero también hay personas que se quedan. Sergio, Ali y sus críos nos recuerdan, cada año, lo importante que es tener un lugar al que volver. Y nosotros, que los hemos visto llegar y volver tantas veces, no podemos sentir otra cosa que gratitud.
Gracias por hacernos parte de vuestra historia. Esta siempre será vuestra casa.